LA SEÑORA QUE SALVA NIÑOS...

Charles Webster Leadbeater cuanta otra interesante experiencia en su libro

La hija menor de un obispo anglicano salió a pasear con su madre por las calles de la ciudad en donde vivían, y al cruzar inadvertidamente de una a otra acera, la niña fue atropellada por los caballos de un carruaje que embocaba por la esquina. Viéndola su madre entre las patas de los animales, abalanzándose con el natural temor de que hubiese recibido grave daño; pero la niña se levantó ilesa del suelo, diciendo: «¡Oh mamá! No me he hecho daño, porque un alguien, vestido de blanco, evitó que los caballos me pateasen, ahuyentando de mí todo temor.»

 Un caso ocurrido en el condado de Buckingham cerca de Burnham Beeches es notable por haber persistido durante bastante tiempo la manifestación física del auxilio espiritual. Dos niños de un modesto colono se quedaron a jugar en la solana mientras que sus padres y los mozos de labranza estaban en el campo ocupados en las faenas de la recolección. Los pequeños, ansiosos de corretear por el bosque, se alejaron demasiado de la casa y no dieron con el camino de vuelta. Cuando los fatigados padres regresaron al oscurecer, echaron de menos a los niños, y después de buscarlos infructuosamente por las casas vecinas, enviaron a los jornaleros en pesquisas por distintas direcciones. Sin embargo, toda la exploración resultó inútil, volviéndose al cortijo con afligido semblante; pero entonces vieron a lo lejos una luz extraña que se movía lentamente a través de los campos lindantes con la carretera.

 La luz tenía la forma de una esfera de hermoso color dorado, enteramente diferente de la de los relámpagos, permitiendo distinguir a los dos niños que todavía correteaban por el campo iluminado por la prodigiosa claridad. Los padres y sus criados acudieron inmediatamente al paraje indicado, persistiendo la luz hasta que, reunidos con los niños extraviados, se desvaneció en tenebrosa oscuridad. Lo sucedido fue que al llegar la noche y viéndose perdidos, erraron los niños por el bosque después de pedir socorro a gritos durante algún tiempo, hasta que al fin el sueño los rindió al pie de un árbol. Luego, según ellos mismos dijeron, los despertó una hermosísima señora que llevaba una lámpara y que, cogiéndolos de la mano, los iba encaminando a casa cuando sus padres los encontraron. Por más que los niños dirigieron algunas preguntas a la aparición, ésta no hizo más que sonreír sin pronunciar palabra. Los dos niños demostraron tal convencimiento en el relato, que no hubo medio de quebrantar su fe en lo que habían visto. Digno de mención es, sin embargo, que aunque todos los circunstantes vieron la luz y pudieron distinguir perfectamente los árboles y plantas que caían dentro del círculo de iluminación, para ninguno de ellos, sino para los niños, fue visible la aparición.

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